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Queriendo ser madre. La Historia de Ana (II)


La Historia de Ana
La Historia de Ana

¡Qué semana más larga esperando el Queriendo ser madre, verdad!? Y es que la Historia de Ana es uno de esos relatos que enganchan. Si no has leído la primera parte pinchá aquí y empieza por el principio…merece la pena!!

Los que ya disfrutásteis de esta historia la semana pasada, preparaos para el desenlace. Es increíble lo que se puede lograr cuando se desea con todas las fuerzas.

Os dejo con…

Queriendo ser madre. La Historia de Ana (II)

La última vez, yo ya había tomado la decisión de que era la última. Mi pareja me apoyaba. Además, en el hospital donde lo estábamos haciendo, no sedaban en la punción ovárica y todo era mucho más doloroso y desagradable. Una chica, en una de las ocasiones, me contó que antes lo había intentado por lo privado y que allí le ofrecían, para rebajar el precio, hacerlo sin anestesia. Me contaba que fue horrible.
 
La última oportunidad. Cada una de las cinco veces anteriores había supuesto un enorme mazazo. Cada «no» implicaba una nueva renuncia. Gradualmente me iba dando cuenta de que era probable que no lo consiguiéramos. Pero también había esperanza. La renuncia no era completa y el dolor se reavivaba cada vez. No era sano y quería parar ya. Pasar a la siguiente opción.
 
Pusimos, como quien dice, todos los huevos en la misma cesta. Me hablaron de una fisioterapeuta y osteópata que está especializada en casos como este. Conseguí una cita y asistí a varias sesiones antes de hacer el último intento de FIV.
 
Aparte de los masajes, insistió mucho en un cambio de actitud por mi parte. Supongo que eso es lo que más me costó. Mi reacción natural era protegerme contra la decepción y el dolor de otro fracaso, de modo que me decía a mi misma que era muy improbable que lo lográramos. Pasar es este pensamiento natural a decirme a mi misma, sin miedo ni reservas, que sí, que esta vez sería la buena, que esta vez me quedaría embarazada, y creérmelo, fue lo más difícil. Pero me empeñé. No quería dejar nada por hacer. Quería intentarlo todo.
 
Qué parte se debe a mi nueva actitud, o a los masajes, o a la suerte, no se decirlo. Sólo se que si volviera a intentarlo, volvería a hacer lo mismo, no me dejaría nada por hacer.
 
Aquella punción fue la peor de todas. La que más me dolió. La doctora se quejó de que un ovario se había movido y que no lo alcanzaba con la aguja, así que decidió pinchar a través del útero. Con anestesia y todo, fue muy dolorosa. La doctora me dijo que si quería, podía parar y ponerme más anestesia, pero le dije que no, que acabara cuanto antes.
 
Al día siguiente empecé con una diarrea bastante fuerte. Además, en las heces había como una mucosidad sanguinolenta. Perdonad lo explícito y lo escatológico, pero me preocupé. Se lo conté al día siguiente a la fisioterapeuta, que me citó antes de la transferencia embrionaria. Quería preparar mi útero. Le dije lo del ovario que se  había movido, lo de la punción dolorosa y lo de la diarrea. A esto último no le dio importancia. A lo del ovario saltarín, sin embargo, sí. Lo celebró. Me dijo que eso era buena señal, que nuestros órganos se mueven, y que eso podía ser signo de que hubiera recuperado riego sanguíneo en la zona o algo así.
 
Me puso deberes: centrarme en lo positivo. Pensar qué había cambiado todo esto en mi, qué era diferente ahora. Y contarle cuántos óvulos habían fecundado y cuántos me habían transferido.
 
De allí fuimos al hospital, y le conté también lo de la diarrea a la doctora. Me dijo que lo vigilara, pero tampoco le dio importancia. Habían fecundado tres y, a petición mía, transfirieron los tres.
 
En los dos días siguientes, fuimos dos veces a urgencias, una, a la fundación Jiménez Díaz, la otra, al hospital donde me hicieron la FIV. Las dos veces por la diarrea. Las dos veces, me hicieron ecografías y tactos y de todo. Yo pensaba que allí ya no podía quedar nada… 😀 y sin embargo me obligaba a pensar en positivo. Lo más difícil del mundo. Me salía de natural resignarme, pensar «es imposible», «se acabó», «buscaremos otra solución». Pero me obligaba a pensar «va a salir bien», «esta va a ser la buena».
 
Esperamos los diez días de rigor y fui a hacerme el análisis. No me había venido la regla, pero era pronto, así que tampoco lo consideré un signo de nada. Al día siguiente teníamos cita para que nos dieran el resultado. Mandé a mi marido, H. Ya no era tan capaz de pensar en positivo. Pensaba que no quería perder otra mañana en el hospital e inventar otra excusa en el trabajo para que me dijeran que era negativo… Así que fue H., que estaba en paro.
 
Yo estaba en el trabajo cuando me llamó. «Dime», le dije, adelantando en el tono me mi voz la decepción. Y cuál no fue mi sorpresa cuando me dijo «Que te prepares, que vamos a ser padres». No me lo podía creer. Pensé que era una broma (de muy mal gusto), y enseguida me di cuenta de que él nunca jamás bromearía con algo así.
 
Teníamos que tomarlo con prudencia, esperar a ver. Pero a partir de ahí, y a pesar que había cierto miedo a la pérdida, yo estaba que no cabía en mi de gozo. Tendríamos una ecografía en la semana 7 para ver si había latido y entonces, si lo había, nos darían el alta allí y seguiríamos el embarazo donde nosotros quisiéramos. Cada día que pasaba y no me venía la regla era una fiesta. Cada vez que iba al baño y no manchaba, me saltaba de alegría el corazón. «Estoy embarazada», pensaba.
 
En la ecografía de la semana 7 nos enseñaron una lentejita de pocos milímetros. Y sólo cuando pudimos oír su corazón, la doctora nos dijo: «ahora sí, os puedo dar la enhorabuena».
 
Hoy L. tiene un año, y muchos le llaman el niño milagro. No soy creyente. No creo en milagros, y sin embargo, tengo uno en casa 🙂
FIN

 

Ayyyy madre mía que llorera!! qué recuerdos! cuánto se parece a mi historia! En mi caso como sabéis no fue a la sexta, sino a la tercera, pero igual pensé que era necesario que todo fuera diferente, empezando por mis miedos y mi actitud. Ana, creo que sí, creo que fue eso lo que nos funcionó a ambas y como tú, si volviera a repetir, lo haría exactamente igual…¡qué importante es ser positiva y dar por hecho que todo saldrá bien! ainssssss…pero que difícil lograrlo!!

Como siempre, en un suspiro, os pregunto ¿¡qué os ha parecido la historia de Ana!? Es increíble la fortaleza de las mujeres por conseguir ser madre…¡ seis tratamientos!, se dice pronto, solo las que hemos pasado por ello, sabemos lo duro que puede llegar a ser. Pero claro, no podemos abandonar, porque solo luchando alcanzamos nuestro deseo.

Y tú, has pensado ya en enviarme la tuya!?, si si tu, cualquiera que sea tu historia…¡me encantaría conocerla!. Quedan muy poquitas historias (2 o 3 creo recordar) y no me gustaría quetar esta sección porque en realidad sé que le es muy útil a muchas mujeres que están pasando por lo mismo. Vamos, no lo pienses más, escríbela y me la mandas a mamarreir@gmail.com o si es más cómodo me la dejas en un mensaje privado en mi Fanpagevenga anímate ?


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22 comentarios en «Queriendo ser madre. La Historia de Ana (II)»

  1. Hola a todas, muchas gracias por los comentarios. Yo también creo que el cambio de actitud hizo su parte, absolutamente. No me daba cuenta, pero para protegerme de las posibles decepciones, me decía siempre a mi misma que no saldría bien. Suerte que alguien me convenció para que pensara en positivo. Sus masajes también fueron muy importantes, estoy segura, y la otra gran parte del mérito es del propio bebé, que se aferró con determinación a las paredes de mi útero.
    El cambio de actitud llegó y lo invadió todo, los miedos durante el embarazo fueron muy razonables, a pesar de la diabetes gestacional, disfruté de él como siempre había soñado. Fue un embarazo muy bueno y tranquilo y mi único empeño, tener un parto natural, no pudo hacerse realidad; fue inducido y con epidural, pero respetado y hermoso, disfrutado y gozado y tengo un precioso recuerdo de él. 🙂

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  2. se me han quedado los pelos como escarpias!!! aixxx, si es que el cuerpo y la mente son muy sabios 🙂
    Felicidades por ese niño milagro aunque no se crea en los milagros 🙂
    Saludos

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